01-La crisis del Antiguo Régimen


                                              Salón de Madame Geoffrin, A. Lemonnier, 1812.

ESQUEMAS


                                              Pirámide social estamental del siglo XVIII.






                                                              La Ilustración.





                                      Pensamiento económico del siglo XVIII.



 Lee los textos de esta entrada referidos a la doctrina mercantilista






TEXTOS

Una epidemia de peste en Londres (1722)

      Al estar paralizados todos los ramos de actividad, los empleos cesaron, desapareciendo el trabajo y, con él, el pan de los pobres; y los lamentos de los pobres eran, ciertamente, muy  al principio, si bien el reparto de limosnas alivió su miseria en ese sentido. Cierto es que muchos escaparon al campo, mas hubo miles de ellos que permanecieron en Londres hasta que la pura desesperación les impulsó a salir de la ciudad, al solo fin de morir en los caminos y servir de mensajeros de la muerte, pues hubo quienes llevaron consigo la infección y la diseminaron hasta los confines más remotos del reino. Muchosde ellos eran los miserables seres objeto de la desesperación a que he aludido antes; y fueron aniquilados por la desgracia que sobrevino después, pudiendo decirse que perecieron, no por la peste misma, sino por sus consecuencias; señaladamente, de hambre y de escasez de todas las cosas elementales: sin alojamiento, sin dinero, sin amigos, sin medios para conseguir su pan de cada día ni nadie que se lo proporcionase, ya que muchos de ellos carecían de lo que llamamos residencia legal y por ello no podían pedir nada a las parroquias.
[…] Todo ello, si bien no deja de ser muy triste, representó una liberación, ya que la peste, que arreció de una manera horrorosa desde mediados de agosto hasta mediados de octubre, se llevó durante ese tiempo a unas treinta o cuarenta mil personas de estas, las cuales, de haber sobrevivido, hubieran sido una carga demasiado pesada debido a su pobreza.
                                                                                                                       Daniel DEFOE, Diario del año de la peste, Seix Barral.

“La soberanía es el poder absoluto y perpetuo de la República (...). La soberanía no es limitada, ni en poder, ni en responsabilidad, ni en tiempo (...). es necesario que quienes son soberanos no estén de ningún modo sometidos al imperio de otro y puedan dar ley a los súbditos y anular o enmendar las leyes inútiles (...). Dado que, después de Dios, nada hay mayor sobre la tierra que los príncipes soberanos, instituidos per Él como sus lugartenientes para mandar a los demás hombres, es preciso prestar atención a su condición para, así, respetar y reverenciar su majestad con la sumisión debida, y pensar y hablar de ellos dignamente, ya que quien menosprecia a su príncipe soberano menosprecia a Dios, del cual es su imagen sobre la tierra.”
Jean Bodin. Los seis libros de la República. 1576.


“Dios estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los pueblos (...)
Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo.
Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio.”
Bossuet. La política según las Sagradas Escrituras. Libro III.


“Los reyes son llamados justamente dioses, pues ejercen un poder similar al divino. Pues si consideráis los atributos de Dios, veréis cómo se encuentran en la persona de un rey (...). De la misma forma que es impío y sacrílego hacer un juicio sobre los actos de Dios, igualmente es temerario e inconsciente para un súbdito criticar las medidas tomadas por el rey.”
Jacobo I de Inglaterra. Reinó entre 1603 y 1625.



La monarquía absoluta según Bossuet
      La monarquía es la forma de gobierno más común, antigua y natural. El pueblo de Israel,
por su propia iniciativa, aceptó la monarquía, por ser esta la forma de gobierno universalmente admitida. […]
      El gobierno monárquico es el mejor. Si es el más natural, será consecuentemente el más duradero y por ende, también el más fuerte. Así mismo es el que mejor se opone a la división, que es el mal esencial de los estados y la causa más segura de su ruina. […]
      De todas las monarquías, la mejor es la sucesoria o hereditaria, sobre todo cuando se transmite de varón a varón y de primogénito a primogénito. Esta clase de monarquía es la que Dios estableció en su pueblo. […]
      Dios estableció a los reyes como ministros suyos y por medio de ellos reina sobre los pueblos. Ya hemos visto que todo poder procede de Dios. […]
      El príncipe no tiene que dar cuentas a nadie de lo que ordena. […] Sin la autoridad absoluta no puede ni obrar el bien ni reprimir el mal. Su poder debe ser tal, que nadie pueda pensar en
eludirlo. […]
      La majestad. […] Para hacernos una idea de lo que es la majestad real, debemos repasar los diferentes conceptos sobre la autoridad, ya tratados a lo largo de las proposiciones anteriores.
      Nos encontramos así con la totalidad del pueblo reunida en una sola persona; con un poder sacrosanto, paternal y absoluto; con una razón secreta que gobierna el cuerpo del Estado, representada en una sola cabeza y, para finalizar, con la imagen de Dios encarnada en la persona de los reyes.
      Dios es pura santidad, pura bondad, poder absoluto, razón total. En estas cosas reside la majestad de Dios. Y en la imagen de estas cosas reside la majestad del príncipe.
                                                                                               J. B. BOSSUET, Política sacada de las Sagradas Escrituras, Tecnos

La división de poderes según Montesquieu
      Hay en cada Estado tres clases de poderes: el poder legislativo, el poder ejecutivo de los asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder ejecutivo de los que dependen del derecho civil. […] Llamaremos a éste poder judicial, y al otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado.
[…]
      Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el Senado promulguen leyes tiránicas para hacerlas
cumplir tiránicamente. Tampoco hay libertad si el poder judicial no está separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría tener la fuerza de un opresor. Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre particulares.
                                                                                                                           MONTESQUIEU, El espíritu de las leyes, Tecnos.

La soberanía popular según Rousseau
      Por lo tanto, si se aparta del pacto social lo que no pertenece a su esencia, encontraremos que se reduce a los términos siguientes: cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y nosotros recibimos corporativamente a cada miembro como parte indivisible del todo. […]
      No siendo la soberanía más que el ejercicio de la voluntad general, jamás puede enajenarse, y el Soberano, que no es más que un ser colectivo, no puede ser representado más que por sí mismo. […] ¿Qué es, pues, el gobierno? Un cuerpo intermediario establecido entre los súbditos y el Soberano
para su mutua correspondencia, […] De suerte que en el instante en que el gobierno usurpa la soberanía,
el pacto social queda roto, y todos los simples ciudadanos, vueltos de derecho a su libertad natural, son forzados, pero no obligados, a obedecer. […]
      La soberanía no puede estar representada, por la misma razón por la que no puede ser enajenada; consiste esencialmente en la voluntad general, y la voluntad no se representa; es la misma o es otra; no hay término medio. Los diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus representantes, no son más que sus mandatarios; no pueden concluir nada definitivamente. Toda ley no ratificada por el pueblo en persona es nula; no es una ley.
      El pueblo inglés cree ser libre, y se engaña mucho; no lo es sino durante la elección de los miembros del Parlamento; desde el momento en que estos son elegidos, el pueblo ya es esclavo, no es nada.
[…]
      En cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea lo bastante opulento para poder comprar a otro, y ninguno lo bastante pobre para ser constreñido a venderse.
                                                                                                                                     J. J. ROUSSEAU, El contrato social, Alianza.
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Si bien un Reino se puede enriquecer mediante los presentes que recibe o las compras que realiza a otras naciones, éstas no son cosas que, cuando se producen, resultan inciertas y de escasa consideración. Por lo tanto, el medio habitual de incrementar nuestra riqueza y nuestro tesoro es el comercio exterior, en el que siempre debemos observar esta regla: vender a los extranjeros todos los años por más valor que el de aquello que consumamos.

Thomas Mun en: Kislansky, Fuentes de la Historia Universal, Tomo II, Editorial Paraninfo, Madrid, 2000, Pág. 41
Vengamos ahora a las verdaderas fuerzas, que consisten en la gente: pues que todas las fuerzas se reducen a ésta, y quien tiene abundancia de hombres, la tiene de todas aquellas cosas a las cuales se extiende la industria e ingenio del hombre, como aparecerá en el progreso de este nuestro discurso, por lo cual de aquí en adelante usaremos indistintamente del hombre y de la gente y de las fuerzas Y dos maneras de fuerza se consideran en la gente, que son la multitud y el valor.
       Italia y Francia no tienen minas de oro, ni de plata, y con todo eso tienen más que otra ninguna provincia de Europa, por la mucha habitación, que es causa que venga el dinero por medio del comercio, porque donde hay mucha gente, se cultiva mucho la tierra: y por esto escribe Suidas que en su tiempo se cultivaba la tierra, más por la multitud que por la industria de los hombres: y que se sacaba de la tierra el mantenimiento de la gente y la materia de las artes: y de aquí nace que la abundancia de la hacienda y la variedad - de los artificios enriquecen al particular y al público, y si España es tenida por pro­vincia estéril no es por defecto de la tierra, sino por falta de gente...

Jean Bodin: La razón de Estado (1589). Artola, Miguel, Textos fundamentales para la Historia, Editorial Alianza, Madrid, 1992, Pág. 236

La prosperidad del comercio depende de una profunda industria en dar valor a todos los frutos naturales del Reino en todos los diferentes usos en que pueden ser empleados. Para lo cual es necesario tener anualmente relaciones puntuales de todo lo que se produce en Francia, de lo que consume, de lo que envía a países extranjeros y de lo que recibe, a fin de hacer un cómputo del valor de las mercancías o efectos de que se descarga por su abundancia con el valor de los que recibe por necesidad. Es preciso también saber cuánto ha de pagar en especies de oro y plata por los géneros que recibe a más de los equivalentes naturales que entrega; porque no se puede dudar de que sus equivalentes no la compensan enteramente. La prueba es evidente por el gran número de navíos extranjeros que entran en los puertos de Francia cargados en parte con mercancías finas, y que se vuelven los unos con géneros de lana, los otros con efectos de mayor volumen y por consiguiente de menos valor. Y como de esta falta de equivalencia resulta que los extranjeros se enriquecen y el Reino se empobrece, es necesario sacar el desquite por los medios más naturales.
        El primer medio: aumentar todas las producciones del Reino, buscando la naturaleza donde ha sido menospreciada, y ayudarla con arte según el ingenio y habilidad particular de cada provincia.
         Segundo medio: descargar el Reino de todas las especies que produce y fabrica con superabundancia.
         Tercer medio: hacer que tomen los extranjeros estos sobrantes por su más subido precio.
          Cuarto medio: no recibir las mercancías extranjeras sino al más bajo precio posible y a cambio de estos sobrantes.
          Quinto medio: impedir la mala costumbre de la extracción de las especies de oro y plata fuera del Reino.
          Sexto medio: hacer volver y sostener los cambios extranjeros a un curso proporcionado al valor intrínseco de las monedas de oro y plata del Reino.
Proyecto de Monsieur Colbert al rey Luis XIV de Francia sobre el comercio



MAPAS




 
 
Héroes de la Ilustración 
Cap.1



                                                                    Cap.2


 


VOCABULARIO

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Mortalidad catastrofista
Crisis de Subsistencia
Gremio

Estamento
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Clero secular
Regalismo
Monarquía absoluta
Despotismo Ilustrado
Parlamentarismo
Tory
Whig
Enciclopedia
Mercantilismo
Fisiocracia
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